jueves, 2 de febrero de 2012

Capítulo 4:

Capítulo 4: Una poesía del Destino y el Barco Encantado

Erika se miró al espejo. Desde luego, Savannah había hecho un buen trabajo con ella. El vestido le iba perfecto. Su cuarto estaba lleno de gente que Calhina maquillaría. Su turno era el siguiente. Una vez más se preguntó para que se ponía tan guapa, si total no tenía pareja. Suspiró. Oceanía también iría sola, pero ella lo hacía por gusto, quería salir a bailar con el último que se lo pidiese. Y, aunque entrarían juntas, Erika tenía la sensación de que acabaría sola en medio del baile, sentada sin nada que hacer. Lillith se sentó al lado de su mejor amiga. El pelo casi blanco y muy brillante caía hasta su hombros en ondas intercaladas con pequeñas cuentas de cristal, que cada que les daba un rayo, parecía que la chica llevase estrellas en el pelo. Miró a Erika con una dulce sonrisa.
- ¿A qué viene esa cara tan larga?
- ¿Eh, que?-Erika despertó de sus pensamientos como de un sueño.
Lillith dejo salir de entre sus labios rosados una preciosa risa cantarina. Sus ojos verdes refulgieron unos instantes. Luego se levantó con gesto hábil y cogió a Erika de la mano. La sentó en una silla delante de un espejo y Calhina la miro un instante. Al momento reaccionó y se puso a mesarle el pelo y peinárselo con esmero y cariño. La maquilló y le hizo sentir como una modelo. Le había recogido el pelo en una hermosa trenza donde había intercalado bolitas de color rojo brillante. Lillith la abrazó por los hombros y esbozó una sonrisa.
- Estás preciosa.

Como por ensalmo, la hora de asistir había llegado. El pasillo era un hervidero de gente que si había vestido de forma elegante y suntuosa. Una chica de piel del color del carbón se puso al lado de Erika. Se llamaba Asíbina. La conocía de las clases de sus amigas.
- ¡Erika! ¿A ti tampoco te lo han pedido verdad?
Ella negó con la cabeza.
Asíbina y paso a su lado por los pasillos parloteando sin parar, eliminando así parte de la preocupación de Erika.
Las puertas del Gran Salón estaban cerradas y recubiertas con caras y bonitas telas de color. La gente se paraba al llegar a ellas y esperaba. El ambiente era tenso y los nervios podían verse. Tras unos largos minutos de horrible espera, las puertas se abrieron con la naturalidad acostumbrada. Desde su puesto en la parte trasera, no podía ver el interior, pero cuando entró, cuando entró el miedo dio paso a la sensación más horrible de pequeñez y de ser un ser insignificante que jamás hubo tenido. Parecía que la sala hubiese triplicado su tamaño. Las mesas habían desaparecido y habían decorado las paredes con tapices de oro y plata, que brillaban ante las lámparas. Al final de la sala, un conjunto de músicos empezaba a tocar una melodía feliz y hermosa, con unos instrumentos que Erika no sabía ni que existían. Se movió por la sala, casi como en un sueño. Las guirnaldas estaban hechas de un fino polvito que parecía diamante rayado y brillaba con una tenue luz. Era precioso. Oceanía cogió a Erika de la mano y la llevó a unos sofás grandes de terciopelo rojo y adornos dorados.
- Que te parece-pregunto Oceanía con tono soberbio.
- Impresionante.
Los minutos comenzaron a pasar, hasta que las chicas y chicos se pusieron a bailar en medio de la sala. Al poco tiempo, unos chicos se llevaron a bailar a Oceanía y Asíbina, dejando a Erika bastante sola. Apoyó los codo en las rodilla y la cabeza en las manos, Vaya, menudo chasco, la joven había pensado que lo pasaría mejor. Cuando estuvo tentada a irse a su cuarto, una voz profunda pero bonita le habló cerca de ella.
- ¿Quieres bailar?-le tendió un mano.
Erika levantó la cabeza temerosa, con el corazón golpeándole el pecho. Había hablado un chico mayor que ella, muy guapo. Erika conocía su nombre, Holty. Cogió su mano y el chico la llevo por la sala y cuando estuvieron más o menos en el centro, le puso la mano en la cintura y la hizo girar y bailar al ritmo de la música. Pasaron los minutos y apenas habían intercambiado dos palabras. Arika guiñó un ojo a su hermana y Pandora le sonrió. A todas les pareció que era el momento de parar un rato. Dejaron a sus parejas y se agruparon. Erika seguía aturdida mientras las chicas le atosigaban a preguntas. Pero el ambiente de tranquilidad para Erika se rompió de repente. Tuvo la sensación de que algo iba mal, como si no encajase algo. El mundo a su alrededor se convertía en un amasijo de sonidos y colores mientras su expresión cambiaba a una cara de preocupación. Sus ojos se posaron en una ventana grande y ahora oscura por la poca luz que venía del exterior. Pero en esa oscuridad se distinguía una forma oscura y casi invisible. Su cuerpo de puso a temblar de repente y todo pasó muy deprisa a partir del segundo siguiente.
La figura atravesó la ventana de un golpe que hizo que toda la gente se pegara las paredes y saliese corriendo para evitar que les hicieran daño. La figura fijó la vista en un punto. Y ese punto era Erika. Ella estaba bloqueada y no le respondía ningún musculo del cuerpo. Ni siquiera cuando el individuo estiro los brazos y grito algo. Pero otra persona si reaccionó. Y se lanzó ante ella para salvarle. El hechizo le golpeó de lleno. Su cuerpo pequeño cayó al suelo cuando el individuo salía por la ventana. Por fin, Erika reaccionó.
- ¡¡LILLITH!!
Se agachó rápido, pero no tan rápido como las lágrimas, que ya habían llegado a sus ojos cuando la tristeza por lo que acababa de pasar las llamó. Lillith sonrió y cerró los ojos, mientras sus labios emitían un último adiós antes de caer muerta. Y para Erika, aquello fue una sentencia de muerte. Un alarido de dolor se escapó de entre sus labios, pero no venía de la garganta, sino de algo más profundo, del corazón. Un corazón que se rompió tras gritar. El cuerpo de su amiga, la persona a la que había llegado a querer como a una hermana, se convulsionó momentáneamente. Un hilillo de humo ascendió desde su pecho, hasta una altura de unos 2 metros. Allí tomó la forma de la recién difunta, de un tomo blancuzco fantasmagórico. Erika apenas la reconoció tras las lágrimas.
- Erika, Liberadora, escúchame. Acuérdate de lo que voy a decir, porque a partir de ello, tendrás que rehacer no solo tu vida, sino la de mucha otra gente.
Entre humanas estan escondidas
Donde nadie buscará
Algun dia se verán las caras
Y entonces se cumplirán
Antiguas leyandas contadas
Nunca dichas al azar
Ellas vienen a cortar cadenas
Donde la luz del sol no llega
Incendiando el agua
Fuerzas de espiritus lejanos
Las unen al fin armadas
Intentaran detenerlas
Sus almas solas no estaran
Olvidar es imposible
Figuras de la noche acechan
Las hijas del bien y el mal
Espejos de eternidad
Oscuridad y luz unidas
Nunca deben estar
A donde se escapan los sueños
Mas alla tal vez
Unidas deben llegar
Hijas de bien y el mal.
-No bajes, sube siempre, deja que la Energía del mundo fluya en ti para descubrir el misterio que te hará partir. La Belleza, la Fuerza y la Confianza forjarán el Poder y desvelarán el secreto. El Escudo que te envuelve debe dejar de estar hecho de miedo. Construye el escudo de Poder.
Erika supo que jamás, pasase lo que pasase, se borrarían esas palabras de su mente. Cuando se fue el espíritu de Lillith hacia una vida mejor, la chica se quedó quieta sin emitir ni un sonido, ni una palabra, abrazada a los restos mortales de su amiga, con las mejillas completamente empapadas y la mirada perdida, una mirada que su hermana supo que no volvería a ser la misma.
(Tres días después)

Tras el entierro de Lillith, Erika no había salido del cuarto, solo estaba ahí, en la cama quieta, expectante, con la mirada hacia el horizonte. Apenas se movía para ir al baño y comer algo, muy poco. Las chicas tampoco estaban mejor. A pesar de seguir yendo a las clases y a pasear por el colegio. El mundo había cambiado, sus vidas habían cambiado. Se limitaban a estar juntas y tristes, aburridas. Ninguna tenía ganas de hacer nada, solo de seguir viviendo. Ni siquiera Korah estaba feliz, su cara mostraba una extraña expresión apática y estaba siempre silenciosa.
Lo que nadie sabía era lo que Erika pensaba. Pensaba que todo había sido culpa suya. Que si hubiese reaccionado, su amiga estaría con vida, a su lado. En ese momento, parpadeó rápido, intentando que las lágrimas no volviesen a mojar sus mejillas. Pero no fue capaz, y unas lágrimas silenciosas cayeron por su bonita cara, como dolor líquido. Y su mente tramaba algo, algo grande y decidido. Miró el pergamino donde había escrito la poesía que el alma de Lillith había pronunciado antes de marcharse. Le había dicho que encontrase el secreto que le daría la pista para partir. La chica sabía a qué se refería. Al viaje que tenía que hacer para salvar el mundo. De lo que no estaba segura era hacía donde y con quien. No quería poner a nadie más en peligro, pero tampoco quería ponerse a ella misma en una situación peligrosa. Suspiró con dolor, tenía claro que si se quedaba allí estaba poniendo en peligro a todo el colegio, y no era lo que deseaba. Se iría, se iría en cuanto supiese a donde ir.

Muy lejos de allí, un hombre vestido de negro, entraba asustado en una habitación lujosa y grande. Temblaba de pies a cabeza, pues sabía lo que le esperaba. En la sala solo estaban él y una mujer. Una mujer de largo cabello negro y vestida con un vestido caro muy bonito, color verde.
- Así que no has hecho lo que te pedí…
- No… No… No exactamente, se…se…señora.
- No exactamente… es decir, que no has hecho lo que te pedí que hicieses. No mataste a la chica.
- No a la que usted me pidió, pero conseguí matar a su amiga, la rubia de ojos verdes.
Eso pareció hacer reaccionar a la mujer. Se giró como impulsada por un resorte y dirigió sus ojos de esmeralda al hombre. Parecían brillar de ira.
- Rubia, de ojos verdes. ¿Conoces su nombre?
-Se llamaba Lillith.
Pareció relajarse y volvió a redirigir los ojos a la ventana del cuarto.
- ¿Era amiga de la chica?
- Sí señora, lloró su muerte amargamente.
- Está bien, parece que no eres tan inútil después de todo, vete, ahora.
El hombre se fue de la habitación haciendo una reverencia y sin poder creerse la suerte que había tenido.
-Pobrecita Erika, que ha perdido a su amiga, veamos cómo reaccionas, pequeña humana-susurró la mujer.

Las chicas se habían reunido al rededor de la cama de Erika. Calhina le había traído algo de comida y Julietta un vaso de agua.
- Venga Erika, come algo, por favor, no es bueno que te mates de hambre.
Ella suspiró y cogió la manzana que Calhina le tendía y la mordió. Llevaba todo el día sin probar bocado y le pareció un manjar de Dioses. Cuando terminó se bebió el vaso de agua.
Pandora observó eso sin mediar palabra. Solo miraba el pergamino de la pared con atención. Pandora siempre había sido buena resolviendo ese tipo de cosas. Sentía que algo se le escapaba, pero no tenía nada claro lo que. Se sentía en lo más bajo de su nivel en ese momento. En lo más abajo, lo más abajo…
- Y lo que baja, debería subir…
Las chicas la miraron extrañadas y sorprendidas. ¿A qué venía eso?
Por fin, tras varios días pensando, en la mente de Pandora se habían atado cabos. Abajo, arriba, todo era la solución, y para darse cuenta, solo había tenido que subirse la moral.
- ¡Claro!
- ¿Claro el que?-dijo Korah.
- Mirad bien la poesía, Lillith dijo que te fueses nunca abajo, sino arriba, pues eso era la solución, si les la primera letra desde abajo, crea una frase.
Tras varios días de incertidumbre y miedo, Erika se levantó y cogió el pergamino. Y lo vio claro. No pudo evitar sentirse tonta. Ahora que lo veía así, era fácil, ahí ponía Humano, Elfo, Sílfide, Náyade. Eso era lo que tenían que buscar para que les ayudase en su viaje. Pero decidió no decir nada a sus amigas.
- Eso es ¿verdad?-Arika miró a su hermana
- El que.
- El viaje, el viaje que dijo tía Allyson, que dijo que había que emprender para salvar el mundo.
Esta vez, los rostros de las jóvenes mostraron una expresión sorprendida. ¿Qué viaje, y por que tenían que salvar las gemelas el mundo?
- Ya es hora de que lo sepáis.
Erika miraba a su hermana mientras relataba la misma historia que Allyson había contado hace ¿cuánto? ¿Tres meses? Un tiempo ni mejor ni peor, solo diferente a aquel, pero la mayor diferencia era que Lillith estaba viva.
- Así que tenéis que embarcaros en un viaje que os llevará a ve tu a saber donde para salvar el mundo y debéis matar a La Gran Guerrera para terminarlo-dijo Savannah.- Y os tienen que acompañas un humano, un elfo, un sílfide y un náyade… ¿Y creéis que lo podéis hacer solas?
- Bueno, supuestamente, tienen que acompañarnos las personas que mas queremos pero…
- ¿Y a que esperamos? Está claro que cuanto antes mejor…-empezó Korah poniéndose de pie.
- ¿Y quién ha dicho que os vayamos a dejar venir? No quiero poneros en peligro.
Arika asintió a su lado, con decisión.
- Vosotras os quedáis-sentenció.
- ¿A sí? Pues entonces nunca se cumplirá la leyenda. Nos necesitáis, y nosotras os necesitamos. ¿Esperáis que nos quedemos aquí, sentadas, sabiendo que podéis estar en peligro luchando contra algún loco que pretende mataros? A no, si vais, os seguimos, lo queráis o no. Además, ahora sabemos que saben algo sobre vosotras, por tanto también sabrán que nosotras somos amigas vuestras, lo que nos convierte en su posible blanco.
Erika escuchó en discurso de Pandora conmovida. Sabía que tenía razón.
- Mientras estemos aquí, estamos poniendo en grave peligro a todo el colegio. Si vienen a por nosotras, al menos que toda la gente que no tiene nada que ver estará
tranquila- Erika se puso de pie temblorosa pero decisiva-ahora preparad las bolsas, vamos a salvar el mundo.

Cuando hubo entrado la noche y la Luna estuvo en su punto más alto, todas estaban preparadas. Las bolsas eran pequeñas y habían sometido sus cosas a hechizos encogedores. Allí estaban, vestidas con pantalones y camisetas largas y abrigadas. El frío fuera era horrible y tampoco tenían muy claro que harían. Lo que si que sabían era que tenían que irse de allí.
- Volaremos sobre el laberinto y luego iremos al Lago Mendragón-Savannah miraba unos mapas.
- ¿Por?
- El Barco de los Viquingos del Mar del Plata pasará por allí mañana a las siete, cuando el sol despunte. Seguro que nos dejan montar.
- ¿Qué son esos Viquingos?
- Son unos Guardianes del Mar, que protegen a los débiles y dan cobijo a los viajeros, son personas muy buenas, y seguro que saben algo sobre lo que debemos hacer-respondió.
Arika miraba como sus amigas lo organizaban todo, como decidían que llevarse y que dejar atrás, lo que debían hacer y lo que no. Miró la puerta que habían atrancado para evitar que entrase nadie. Había pasado en aquel lugar toda su vida, y ahora se iba, así sin más. No era como cuando en las vacaciones visitaba a sus amigas en sus casas. No estaba la señorita Moonly ayudándole con la maleta, ni la Directora le decía que se portase bien, ni el cocinero le daba una manzana para el viaje acompañada de un beso en la frente. Ahora la hacía de forma clandestina y no por gusto, sino por deber. Miró a sus amigas en la ventana, esperándole. Con el corazón palpitando veloz y la tristeza en la mirada saltó con las alas en movimiento, los nervios a flor de piel y la conciencia destrozada. Suspiro y miró a Erika, que parecía estar peor que ella. Sabía que después de eso, su vida no volvería a ser la misma, jamás. Y tuvo razón, pero sabía hasta que punto.

A la mañana siguiente, el colegio entero estaba sumido en el caos. Los profesores habían conseguido, tras mucho esfuerzo, abrir la puerta de la habitación de Arika. Pero no había nadie. La directora estaba en una sala circular, en el centro de un hemiciclo formado por el resto del conjunto docente. En una de las puntas, la señorita Moonly mostraba una expresión triste y de vez en cuando, se le escapaba algún sollozo. Paseo por la sala y se quedó parada en frente de una ventana. Su mirada dorada escrutaba el bosque que se extendía a sus pies. Estaba segura que en algún lugar de aquel bosque estaban ahora las jóvenes. Pero no tenía intención de salir a buscarlas. Lo dijo abiertamente y con tranquilidad.
- ¿¡Pero se ha vuelto usted loca!?-gritó el señor Gabilo-. Puede que esas chicas estén ahora en peligro, pero usted se va a quedar aquí, tan tranquila, es lo que nos está diciendo.
- Exactamente.
- Pero tenemos que hacer algo, lo que sea, no vamos a dejar que se pongan en peligro solo por que lo diga una leyenda ¿o sí?
- Me temo, señor Epro, que eso en exactamente lo que vamos a hacer. La Leyenda decía que las Liberadoras se unirían cuando el plan de La Gran Guerrera necesitase ser destruido. Pues se han unido, eso significa que en este preciso momento, estamos en peligro mortal, que el plan ha culminado, antes de lo previsto, lo sé, pero ellas han decidido marchase, y siento decirles que no somos quien para impedírselo.
Los Dríades intercambiaron miradas de preocupación entre ellos y de los labios de Moonly escapó otro sollozo.
- Y ahora que haremos, el colegio se revolucionará. La gente querrá explicaciones, sobre todo los amigos de las niñas. ¿Vamos a ocultarles a todos la verdad?-la señorita Valley era, cuanto menos, la más preocupada.
- Desde luego que no. Hoy, les explicarán a sus alumnos la Leyenda a primera hora y les darán el día libre, les dará tiempo para asimilar la noticia. Y luego reúnanse aquí conmigo.
- Para que…
Pero el profesor no tubo de tiempo de preguntar lo que las 30 personas se preguntaba interiormente. La directora puso la mano en alto para pedir silencio, y movió los dedos de otra mano, de los que brotaron pequeños gusanillos de luz que fueron agrandándose hasta parecer serpientes que comenzaron a pasearse por el suelo.
- Para preparar el colegio para un posible ataque. Entre estas paredes no matarán a ningún inocente más.

Cuando llegaron al Lago estaba completamente vacío. Ni un alma. Estaba situado entre dos montañas. Savannah se paseaba de un lado al otro, Lianna jugueteaba con un mechón de pelo cobrizo y Siena se atusaba la ropa cada dos por tres. Todas sabían que lo que acababan de hacer era no solo peligroso, sino prohibido. Arika tenía mal sabor de boca. No sabía si lo que dejaban atrás era realmente mejor de lo que tendrían después. ¿Y si todo saliese mal? ¿Y si… pasaba lo peor? Intento sacar esos pensamientos de la mente jugando con una brizna de hierba, pero acabo hartándose y poniéndose más nerviosa. Respirando con dificultad, trato de pensar en frio y relajarse.
- Volvamos-dijo Calhina- o no vamos a durar ni un día. Estamos histéricas.
Las otras parecían tantearse el volver a la cálida y agradable escuela. Se miraron entre ellas y respiraron fuerte.
- Lo sé-dijo en voz alta Erika- pero debemos resistir.
- Ya viene- susurró entonces Korah.
Las demás miraron el gran río que discurría entre las dos montañas. El sol recortaba la silueta de un gran barco de madera. Enormes velas blancas y en la proa estaba tallada una gran sirena de caoba, con los largos cabellos pegados al casco de la construcción. Incluso en la lejanía se oía la actividad dentro del barco. Gritos, dríades volando, y de vez en cuando alguna risa. Las jóvenes dríades se quedaron sobrecogidas y expectantes. Los minutos pasaron hasta que el barco atracó en tierra. Dos dríades fornidos sacaron el puente que unió la tierra con el navío. Otros lanzaron cabos que se quedaron sujetos a la tierra sin necesidad de nada más que la magia. Los seres miraron su trabajo y volvieron al barco entre risas y bromas. Unos hombres que ataban unos cabos silbaron a un par de chicas que revisaban las velas. Dos chicos de aspecto joven e inocente fregaban la cubierta y miraron con ojos brillantes a una chica de pelo naranja que llevaba lo que parecía la cesta de la colada. Entre toda aquella actividad y ligoteo estaba ella. Ella. Pelo verde, largo hasta cadera ligeramente rizado hacia las puntas. El vestido que llevaba estaba desgastado y tenía los ojos azules. Las gente le hacía espacio y la miraba con profundo respeto, miedo incluso. Tenía movimientos decididos y activos, alas del tono de su pelo y aspecto de pasar mucho tiempo bajo el sol, por el bonito moreno que ostentaba. Daba instrucciones a otros dríades que la escuchaban con devoción. Luego se fueron, dejándola ante el puente de proa, ante las chicas.
- Os saludo jóvenes viajeras. Os esperábamos. Soy Morgana de las Aguas Oscuras.
- Nosotras te saludamos a ti Morgana. Somos Erika, Pandora, Siena, Lianna, Julietta, Calhina, Savannah, Korah y yo soy Arika. Venimos a tu barco en busca de cobijo. También en busca de respuestas.
A Erika le asombro la franqueza y decisión en las palabras de tu hermana. No sabía muy bien porque, pero tenía la sensación de tener delante a alguien muy importante. Y no estaba nada segura de que hacer.
- Bien pues, tenemos habitaciones libres suficientes libres para vosotras. Alhelí, acompáñalas hasta la zona de navegantes.
Otra mujer algo más joven de pelo azulado se acercó ante la mención de su nombre. Luego les hizo un gesto.
- Espera. Moraga, queremos saber si luego tendremos un momento para hablar contigo algo más en privado-Arika pronunció la última palabra como una fruta prohibida.
- Por supuesto, lo que sea por nuestros viajeros. Alhelí, procede.
Alhelí hizo un gesto a las niñas para que la siguieran. La persiguieron por la agitada cubierta. Bajaron por unas escaleras pequeñas que había bajo una escotilla. Les guió por un pasillo algo estrecho hasta una más amplio en el que había varias puertas. Una pareja de dríades salieron de una habitación y las dos miraron a las chicas con curiosidad.
- Tenemos libre dos habitaciones de cinco, pero si queréis estar todas juntas, me temo que estaríais un poco apretadas-sonrió- ¿Algo más?
Las dríades iban a decir que estaba todo bien, que les indicaran las habitaciones cuando Calhina se adelantó a ellas:
- Mejor todas juntas, solo señálanos la habitación, por favor.
Las otras la miraron sorprendidas, pero la mirada de Calhina les acalló las quejas. Cuando se metieron en el pequeño cuarto, Pandora le preguntó a que había venido.
- Estaríamos más cómodas así ¿no?
-Lo sé. Pero mi padre ya ha viajado aquí. Tienen espías. Gente que quiere enterarse de cosas que no le incumben, me refiero. Ladrones que mandan a personas a espiar a ese noble que transporta algo muy importante, asaltadores que buscan esa joya que de la que se habla que tiene un navegante… Me ha parecido algo más inteligente que estemos todas juntas, por si nos atacan. Mi madre dice que aquí, las paredes oyen- añadió en voz baja.
- Entiendo, ahí has estado rápida Cal, gracias- le dijo Erika.
Llamaron a la puerta. Era Alhelí.
- Morgana me ha dicho que os está esperando, para hablar de ese asunto que os importa tanto.
Se miraron y asintieron. Acababan de embarcarse directas a su destino, y lo sabían.

Lejos de allí…

Oceanía estaba nerviosa. Siempre se había considerado una chica inquieta, pero ese día estaba especialmente estresada. ¿Dónde estaban Arika y las demás? ¿Por qué no venían? ¿Y por que la profesora no aparecía? Y para colmo, estaba aquella imbécil de Nocturna dando la paliza. Entre ella y Tábala conseguirían que le estallase la cabeza.
- Seguro, es más, segurísimo que Erika se ha dado cuenta que esa alumna murió por su culpa y se ha fugado, y claro, hala, las otras, como tontas que son, van detrás- dijo Tábala.
- O igual las han expulsado por problemáticas. Todos sabemos cómo era Korah, y Siena, mi madre, ¡Gaia sabrá las que ha montado!-añadió Nocturna.
Se rieron como tontas y siguieron diciendo estupideces múltiples. Oceanía estaba acostumbrada a escucharlas decir ese tipo de cosas de sus amigas o de ella misma. Normalmente le daba igual, pero sentía, sabía, que sus amigas necesitaban ahora toda la ayuda posible, se lo decía la conciencia, el corazón. En el momento que Nocturna despotricaba contra Pandora, Oceanía se levantó y les miró furibunda.
- ¿¡A ver, pero ha vosotras que os pasa, eh!? ¿¡Vete tú a saber su están bien, si están en el colegio incluso, y a vosotras solo se os ocurre insultarlas!? Todos sabemos que Erika no se recuperó lo de Lillith ¿verdad?- la clase le dio la razón-es que no sabéis nada, nada, pero por estorbar, es que hacéis lo que sea ¿¿¿¡¡¡NO!!!???
Se volvió a sentar ante las miradas de orgullo de Darhi y Luz. Por fin alguien decía algo. Cuando Tábala abrió la boca para decir algo, entró la señorita Valley. Se la veía visiblemente preocupada.
- Niños, hoy no vamos a dar clase, ni teoría ni nada.
Vale, era algo muy gordo. Absolutamente nadie se esperaba oír esas palabras de la profesora jamás.
- Ahora escucharme con atención, porque esto es importante. Necesito que penséis si alguna vez habéis oír hablar de las Liberadoras.

En un hermoso río…

Mientras la profesora les explicaba la leyenda a sus alumnos, unas jóvenes se la explicaban a una mujer de pelo verde.
- Se que sois las Liberadoras, no necesito que me digáis más, conozco la historia. Hace mucho que sabía que vendríais.
- Ahora necesitamos saber si tienes alguna información que pueda servirnos. Algo, lo que sea, apenas sabemos que ocurrirá con nosotras y…- Erika no pudo continuar porque Morgana la paró.
- Necesitáis los Regalos.
Las muchachas la miraron sin comprender.
- Los de los Dioses, lo necesitáis. Solo así podréis ganar a La Gran Guerrera. No sé mucho mas de vosotras que no sepáis ya.
- Entiendo, gracias Morgana.
- Yo tengo uno, os quedan cinco.
- ¿Cinco? Pero, es que nos va a ser imposible encontrarlos todos, tardaremos meses, años incluso…- Arika no ocultó su preocupación.
- Lo sé.
- Pues tardaremos lo que tardemos. Ahora si nos puedes decir cuánto tiempo queda de aquí al reino sílfide…
- Una semana, podrían ser dos, pero no más tiempo. Alhelí me ha dicho que habéis cogido una habitación para todas. Inteligente elección. Haré que os lleven mantas. Si necesitáis algo, ya sabéis donde estoy.
- Gracias.
- Ahora iros y descansad, que creo que no habéis dormido mucho está noche.
Todas recordaban la hora exacta a la que se habían escapado, las 4 de la mañana. No habían pegado ojo preparándolo todo, y de lo preocupadas que estaban. Se despidieron y llegaron al cuarto.
- Yo dormiré en el armario, en el cajón de abajo, quepo perfectamente- Korah se apropió de unas mantas y se metió tal como estaba en su “cama”.
- Este sofá cabemos varias- Julietta se sentó en el.
- En las camas cabemos las demás. Si unas se aprietan un poco- Erika contó solo cinco.
- Da igual, la alfombra es blanda, además hay muchos cojines, pongo unos cuantos en el suelo y ya está- siena se puso a trabajar.
- Yo voy al sofá-Lianna parecía agotada.
- Pues mira, no es tan incómodo este cajón- dijo Korah arrebujándose con aspecto de estar muy cómoda- igual podría montar uno en mi casa...
Erika miró a sus amigas. Miraban a Korah con una extraña mueca que hacía tiempo que ninguna. Luego comenzaron a devolver a aquella mueca su cometido original. Una sonrisa, que acabó siendo una risa divertida. Por fin, Erika también sonrió.

En la cima de un roble milenario…

En la escuela había un tremendo revuelo. Pero en aquella sala había silencio y el aire estaba tenso. Muy tenso. Solo estaban allí Oceanía, Darhi, Luz, Palmira, Palmera, Spre y Thara. La última había arribado aquella misma mañana en el colegio. Era alta, delgada, de ojos verdiazules, como en mar y pelo negro largo. Era la hermana que Korah. Se había movilizado hasta allí en cuanto hubo sabido que su hermana había desaparecido.
- Y no saben donde están, supongo- Thara habló mirando a la directora directamente a los ojos.
- Lo siento. Y tampoco podemos hacer nada por ellas.
- Comprendo.
- Vuestros padres y los de mucha otra gente vendrán mañana y se quedarán aquí hasta nuevo aviso. Se suspenderán las clases para todo el mundo.
En otras circunstancias, aquellas palabras habrían hecho sonreír a los alumnos que allí estaban. Pero solo les hizo ver cuán grande era el peligro al que se enfrentaban.
- El colegio se convertirá en un enorme centro de acogida. Si tenéis algún amigo o pariente que os gustaría que viniese y se pusiera a salvo, enviadle una bola de cristal y le acogeremos aquí.
- Llamaré a los Comandos de protección, nos mandarán algunas personas, estoy segura. Lo mejor por ahora será que aumentemos las defensas, nunca se sabe lo que puede ocurrir.
- Gracias Thara, está bien que hayas decidido venir con nosotros.
- De nada. Ahora lo mejor será que sirvan infusiones tranquilizantes en el Gran Salón. Muchos alumnos las agradecerían. Y creo que usted también. La noticia de una batalla por la vida no es algo que se dé todos los días.
- Buena idea, avisaré a las cocinas. Por ahora, lo mejor que podemos hacer es esperar.
Los niños, que habían escuchado todo asustados, no podían estar más de acuerdo.

Unas horas después…

Julietta miraba por la borda con nerviosismo. Echaba de menos el colegio. Además avisarían a sus padres, y se pondrían histéricos. Su única hijita estaba en algún lugar peligroso y no podían comunicarse con ella. Cerró los ojos. Una lágrima brillante corrió por su cara. Su bonito cabellos rubio recogido en una trenza lateral se agitaba a son del viento. Abrió de nuevo sus ojos del color de la noche, azulón. Siempre se había considerado una chica valiente, pero en aquel momento tenía un miedo horrible a algo, lo que fuese. Apoyó los antebrazos en el borde del casco y se quedó quieta. Tenía frío a pesar del gordo jersey que se había puesto. Alguien se puso a su lado. Era Erika.
- Hola.
- Hola-respondió ella en tono cansado.
A pesar de haber dormido bastante y haber comido algo, todas estaban agotadas. Erika se puso en la misma posición que la niña rubia. Vio de reojo la lágrima que brillaba en su mejilla.
- Lo siento.
- ¿Lo qué?
- Haberos metido en esto.
- Tranquila, no es culpa tuya. Tenía que pasar, es el destino. No es culpa tuya.
- Lo es. Como lo que le pasó a Lillith. Ese hechizo iba dirigido a mí y yo...
Pero se calló al ver la mirada de Julietta, repentinamente seria. La cogió por lo hombros y le obligó a mirarla a los ojos.
- Erika, nadie, absolutamente nadie te echa la culpa de lo que le pasó a Lillith. Ni yo, ni ella, ni nadie. Ella te salvó la vida. Y ahora tú la vives compadeciéndote de lo que podría haber pasado y de lo que ocurriría si ella estuviese viva. Pues yo conocía a Lillith, y, al igual que tu, sé que no era lo que ella quería. Si te salvó, es porque sabía que eras una Liberadora, y escogió entre el mundo o vivir. Ahora, por Lillith, vive la vida que nunca vivió y sálvales a todos.
Julietta miro de nuevo al agua que hacía espuma bajo la embarcación. Erika la abrazó repentinamente y ella apoyó la cabeza en su hombro.
- Gracias.
- ¿Eh, para que estamos las amigas?
Ambas sonrieron y se fueron de nuevo al cuarto, para despertar a las otras. Tenían mucho que hacer.

Alhelí les fue a buscar a la biblioteca del barco. Habían pasado varios días. Unos días bastante productivos, puesto que hallaron donde encontrar dos de los cinco Regalos que necesitaban. Otro supusieron que era la Luna Oscura, que, según Morgana, conseguirían en su momento.
- ¿Os apetece que os traigan algo de comer?
- Sí, por favor, si no es molestia.
- Sabéis que no.
La mujer hizo un gesto a un dríade y se fue a por comida. Se acercó a Savannah y se sentó a su lado.
- ¿Qué habéis adivinado hoy?
- Tenemos otro nombre: Estrella de Cristal Eterno. Aunque aún no sabemos dónde encontrarlo. Ni sabemos su poder, ni forma, ni quien lo tiene. Este parece que no es como los otros, esos fue más fácil encontrarlos- la chica pelirroja se mostró sus investigaciones a la Viquinga.
Alhelí entornó sus ojos grisáceos. Se había convertido en una especie de cuidadora de las niñas. Era amable, divertida y sonriente. Le gustaba ayudar y además era muy inteligente, como si supiera muchas cosas que nadie más sabía.
- He oído hablar de esas Estrellas. Creo que son algo así como un... secreto extremo, algo que es mejor no saber, ya sabéis- asintieron, ya habían leído de gente muerta por poseer los Regalos, o conocer su paradero- pero no creo que sea mala. Sí que se con seguridad que concierne al elemento Tierra. Pero no mucho más.
- Perfecto, gracias Alhelí. Pues apunta eso Sav, poco es mejor que nada- Erika le pasó tinta.
Savannah asintió y apuntó con diligencia.
- Listo. ¿Sabes de alguien que pueda saber algo más de las Estrella?
- No, lo siento. Podéis mirar en los libros sobre la Magia de la Tierra, tal vez diga algo.
A todas les pareció una buena idea y dejaron los libros que leían en su lugar y se dirigieron a las sección de encantamientos sobre cualquier cosas de aquel elemento.
- Hacía mucho tiempo que nadie usaba esta biblioteca. Nadie apreciaba demasiado todo el saber que aquí se encierra.
Pandora se volvió a asentar en el sofá y abrió el libro de encantamientos que tenía en las manos.
- Pues que tontos. Todo lo que hemos leído aquí nos ha ayudado muchísimo.
Las niñas se rieron un poco de su forma de decirlo y siguieron a lo suyo. Alhelí cogió un libro sobre las leyendas de la tierra y se puso a leerlo.
Pasaron los minutos y les trajeron comida. Luego pasó el tiempo. Los días, y casi una semana.
Morgana aviso a su tripulación de que pronto tomarían tierra en territorio Sílfide. También decidió hablar con las Liberadoras. Había una cosas que le había llamado mucho la atención de ellas la primera vez que las vio, y fue lo jóvenes que eran, pero la edad tampoco importaba mucho en aquel momento.
- Se que tenéis intención de pedirle a un sílfide que os acompañe. Creo que deberíais saber que el Pueblo Sílfide es un pueblo guerrero. Viven por, para y de la lucha. Pedid que os acompañe el mejor guerrero que tengan, así, no solo os acompañara en vuestra misión, sino que también os protegerá. Y no os dejéis engañar por la apariencia, parecen débiles, pero no lo son en absoluto. Son fuertes, no solo físicamente, también son muy tozudos.
- Entendido.
- Yo de vosotras, me iría preparando, pasado mañana, es vuestra parada.
Le dieron las gracias y se fueron. Arika se sentía preocupada. No solo por el viaje que iban a emprender, sino que tenía un mal presentimiento. Se levantó de la silla y se fue. Se sentaron en las camas y Erika tomó la palabra:
- Bueno, ahora lo mejor será seguir como hasta ahora. No decirle a nadie lo de nuestra misión. Y nada de levantar sospechas. Por ahora, el secretismo será importante. Además deberíamos pedirle a Morgana el Regalo.
Todas temían que ella dijese eso, no les hacía mucha gracia pedirle nada así de importante a nadie. Además, a partir de ahí, tendrían otro secreto. Y habían empezado a odiar los dichosos secretos. Entonces Arika se quedó muy quieta, mirando a la nada y se puso a temblar ligeramente. No era la primera vez que ocurría. Estaba teniendo una visión.
- Oh no, oh no, oh no, oh no, oh no, no, no, no.
- Que pasa- pregunto Calhina asustada.
- Vienen hacia aquí, ellos, las Almas Negras, tenemos que avisar a Morgana.
A nadie le dio tiempo a reaccionar, porque Arika salió corriendo por el pasillo. Arika corría por el barco lo más rápido que podía. Y eso era mucho. Hizo que a una dríade se le cayera una cesta llena de ropa y unos dríades se tuvieron que pegar a la pared para poder dejarla pasar. Estaba asustada cuando llegó al despacho de la dueña del barco. Abrió la puerta del camarote y entró en él como una tromba. Morgana levantó la cabeza de lo que leía y la miró.
- Vienen hacia aquí, no podemos hacer nada para evitarlo, nada más que combatir. Y están cada vez más cerca.
-¿De qué hablas?
- De ellos, de las Almas Negras, vienen, y cada segundo es crucial.
- ¿Cómo lo sabes?
- Las premoniciones que tengo, veo el futuro, es mi Don, y les he visto venían el barco. Hay que detenerles, quieren el regalo.
- No necesito mas- salió del camarote a toda velocidad y se puso a dar órdenes- ¡Qué defensas se preparen, qué todos los integrantes de la Tripulación vayan a cubierta y los visitantes vayan al interior, asegurad las velas y que los vigías afinen la vista! ¡A sus puestos todo el mundo, que nos atacan!
Las chicas no se quedarían de brazos cruzados, iban a ayudar a proteger la embarcación. Siguieron a la Capitana y a Arika con verdadero nerviosismo.
- ¿Has visto por donde venían?
Arika intentó hacer memoria de su visión. Pero nunca tenía unas visiones muy claras, solo recordaba haberles visto venir y a los vigías gritar sus nombre. Luego lo seguía una sensación angustiosa y claustrofóbica.
- Lo siento.
Morgana suspiró.
-No lo sientas, no es culpa tuya.
Calhina se quedó de repente parada y pensando. Tal vez si... Nadie sospecharía de...
-Yo puedo adivinarlo.
Las miradas se posaron en ella, interrogantes.
- Puedo transformarme en un pez, nadie sospechará de un pez ¿no?
- No-fue la seca respuesta de Morgana-no voy a dejar que te pongas en peligro de esa manera. Entonces vamos, hay mucho trabajo que hacer. ¡Vosotros, proteged el flanco izquierdo!-gritaba.
Pero Calhina se negaba a aceptar el no por respuesta. ¿Y que mas daba? ¿No estaba su mera existencia en peligro estando en aquel barco? Por primera vez, obedeció a sus instintos. Su madre lo decía siempre, arriésgate y sabrás quien realmente eres. Se quitó el jersey que llevaba puesto y los zapatos. Se deshizo la coleta y respiró hondo. Tembló debido al frío. Se subió al reborde del muro náutico y saltó con mucho estilo al agua. El agua estaba helada. Su cuerpo reaccionó mal a tan baja temperatura. Comenzó a tiritar y sintió que le faltaba el aire. Le dolían los pulmones y las alas. Tuvo la sensación de ahogarse. Por un segundo. Solo un segundo. Un segundo después controló la situación. Su cuerpo se convulsionó momentáneamente, hasta que dejó de ser su cuerpo y convertirse en el cuerpo de un enorme olcher un pez azulado son escamas que actuaban como espejos, devolvían la imagen.
- ¡¡¡Calhina!!!-chilló Savannah.
El pequeño grupo de chicas se reunió en el borde. Pero ninguna la veía. Solo cabía esperar. Calhina sonrió para si. Le gustaba transformarse en animales. Le daba la sensación de que su alma se compenetraba más con otras si no tenía su cuerpo driédrico. Como si los animales fuesen más fuertes en el interior. Nadó utilizando los fuertes músculos de sus aletas. La sensación de libertad era estupenda, pero no se dio tiempo para disfrutarla. Tenía que utilizar sus instintos de olcher para buscar cualquier clase objeto grande, muy grande. Cerró los cuatro ojos que el animal poseía y dejo las escamas ligeramente levantadas. Sabía para que servía eso. Enviaba pequeñas ondas para ser capaz de detectar cualquier cosa en el agua o su superficie. El agua le devolvió hasta la más pequeña ondulación. Pequeño banco de peces, hojas cayendo al río, barco de los Viquingos y... Abrió rápido los ojos y expulso burbujitas de aire por las microscópicas cavidades que el animal poseía. Se acercó nadando hasta el punto más cercano. Su conciencia le dejo que cada segundo era crucial. Las voces de su cabeza se mezclaban unas con otras, algunas gritaban y otras le susurraban que no se esforzara más, que no merecía la pena. Incluso se reían. Vio el barco de las Almas Negras. Supo que no tenía mucho tiempo cuando vio a un hombre de alas enormes gritar. Tembló. Se asustó. Nadó hacia el barco de Morgana. Entonces se impulsó con la cola y las aletas hasta la superficie y cuando estaba fuera del agua su cuerpo volvió a ser una de una chica helada, con las alas recubiertas de una finísima capa de hielo. Cayó sobre la cubierta con los labios amoratados, pálida. Apenas hablaba. Savannah se rodeó con su cálido abrazo. Pero el agua del Río de Plata no era agua normal. Inmune a cualquier tipo de magia.
- So... So... Sonn... Tre... Tressss... Ba… Bar... Barcos-pausa para jadear- vienen hacia aquí.
Después se desmayó dejando caer la cabeza hacia un lado. El pelo empapado no contribuía a que recuperase el calor de su cuerpo.
- ¡Ya la habéis oído, vienen hacia aquí, todos a sus puestos! Llevadla a la enfermería, que duerma y recupere el color. No le digáis nada. Decidle que toda la batalla a terminado si despierta, que se tranquilice-dijo Morgana a una curandera.
Las dos chicas, que no tendrían más de 16 o 17 años, la cogieron en brazos y la cargaron al centro del barco. Morgana miró a las compañeras.
- Julietta, sube a las cofias de los vigías; Arika, protege el centro de estribor; Savannah; con Arika; Korah y Siena, id a la proa y protegedla; Pandora, ayuda a los vigilantes de popa; Lianna, protege los mástiles y tú, Erika, vendrás conmigo y Alhelí.
¡¡Muy bien, todos en posición de defensa YA!! ¡¡No quiero un hueco de cubierta que no esté recubierto por unas alas!!
Erika se preguntó a qué se refería con recubrir las cubiertas de alas. Pronto lo entendió. Todos se pusieron de espaldas y extendieron las coloridas hermosuras de su espalda. Al principio no lo entendió. ¿Para qué valía? ¿No eran las alas delicadas?
- Las alas son el material más fuerte que las dríades poseemos. Irrompible. Justo después, la cubierta de este barco. Agáchate, que te cubra a ti también. Si alguien muy temido se acerca, no temas, lánzale un conjuro. Eso lo detendrá.
Erika asintió, aunque casi supo que sería incapaz de matar a nadie. Ahora solo era esperar. El corazón de Erika palpitaba tan fuerte que le dolía en el pecho. Le temblaba el labio inferior. Se hizo el silencio. El mundo entero guardaba silencio. La tensión se podía sentir. Estaba arrodillada en el suelo, temblando de miedo. Y todo pasaba lento. Hasta que se oyó un grito. Y luego otro. Y otro. Y lo siguiente que recuerda es estar de pie, con tres barcos enemigo cerca. Con gente disparando. No oía nada. Apenas veía. Solo estaba allí, tras las alas verdes de Morgana. Quieta, apática, mirando a ningún sitio. Veía el miedo y dolor reflejados en los ojos de la gente. Así eran las guerras. Dolor y miedo. Gritos y llantos. Entendió que si no hacia algo, todo acabaría antes de tiempo. Pero no pensaba. Apenas sentía. Sus ojos se cerraron. Su alma respondió. Su aura se hizo visible, por primera vez en su vida. Ese aura concentró su poder en el centro de su corazón, he hizo salir fuera todo el dolor: por la muerte de Lillith, por Calhina, por el Colegio, por el mundo... Y con un grito desgarrador su cuerpo se contorsionó hacia atrás. Del centro de su pecho salió algo dorado, duro y fuerte. Aquello recorrió toda el agua, levantándola a su paso y haciéndose cada vez más grande. El barco más cercano se vio golpeado de lleno. El Escudo de Erika desapareció. Pero la embarcación golpeada estaba escorándose peligrosamente, y la gente comenzó a tirarse por la borda, para salvar la vida. La que no tuvo tiempo de hacerlo o salir volando, fue arrastrada al fondo del rio junto con el barco. Fue lo que después se llamó La Muerte De las Muertes. Toda la gente que había sido asesinada por ellos lo notó y su alma se sintió libre. Liberados. Por fin, y sin que nadie se diese cuenta, empezó el juego.
Erika apenas tuvo tiempo de sentirse orgullosa de su hazaña, de pensar si lo podría volver a hacer o darse cuentas de que todas, absolutamente todas las miradas de la batalla, estaban puestas sobre ella, porque se desmayó. Alhelí gritó su nombre. Y eso le costó caro. Su hombro izquierdo fue golpeado con lo que parecía un trozo de hielo. Ella también perdió en conocimiento. Morgana miró con ojos asesinos a la persona que lo había hecho. No necesitó más para que esa persona cayese al agua y se ahogase.
Desde la cofia de los vigías, un chico se veía metido en un problema. La chica que estaba su lado parecía asustada. De vez en cuando, salía un hechizo de sus manos, bastante certero. Pero la mayoría del tiempo, estaba simplemente mirando a la cubierta, como esperando que pasase todo de repente. El ya sabía que eso no ocurriría. En una batalla se ganaba o se perdía. El ya había participado en alguna. Demasiadas para su corta edad, decía su madre. 15 años y era un guerrero en toda regla. En todas había luchado con chicas guapas, listas, divertidas y misteriosas a su lado, sin que la distrajesen en absoluto. Y allí estaba, perdiendo la cabeza por la rubia que estaba a su lado. Sacudió la cabeza e intentó centrarse en la batalla. Pero volvió a distraerse. Y un error podría costarle la vida a alguien. Después de ver lo que la chica sin alas había hecho, las almas negras parecían más reservados en cuanto a atacar, incluso algunos empezaron a retirarse. Bien, eso era bueno. Pero con esa chica a su lado, tenía sensación de que no iba a ser capaz de hacer nada.
Arika vio a su hermana al lado de Alhelí. Lianna estaba ahora a su lado y se ensañaba en mantener alejados a los atacantes de las dos chicas. No se lo pensó más y fue a ayudarle. No se consideraba buena luchadora o, al menos, no tan buena como Siena, pero la forma de ensañarse con la gente que intentaba algo contra ella, le daba hasta miedo. Y no le gustaba darse miedo a si misma. Aunque también le asustaba lo que Erika había hecho. Sabía que se podía exteriorizar el aura, pero no de esa manera. Además, ella nunca había conseguido hacerlo, de hecho, tan poca gente podía que le pareció muy raro que Erika lo hubiese hecho con esa... facilidad. Quedaba muy poca gente en el barco que no fuese de la tripulación. Se estaban retirando. Eso era muy bueno. “todo se acabará” se decía “todo se acabará, solo hay que esperar”. Estaba distraía en sus pensamientos, así que no vio a la persona que vino detrás de ella y la golpeó para sacarla del medio. Arika, que estaba en ese momento manteniendo alejados a dos dríades mediante pequeños hechizos paralizantes y no se lo esperó. Se encontró a si misma rodando por el suelo, con el labio sangrando y varios hematomas. Pandora corrió a socorrerle. Lianna estaba sola, con aquel hombre tan enorme a punto de coger a su amiga. Oh, pero no le iba a dejar. Sin pensar la magia, se lanzó como un animal sobre él y le golpeó la cabeza con el puño. Soltó una patada a su estómago y cuando se retorció de dolor, le empujo fuera del barco. Morgana le miraba sorprendida. Ella se encogió de hombros.
Nadie estuvo muy seguro de cuanto duró la batalla. Unos dicen que horas, otros, que minutos. Lo que tiempo después sí supieron con seguridad fue que esa batalla fue el comienzo de una guerra. La Guerra de la Libertad. Y esa guerra pronto tendría por protagonistas pero no causantes a dos jóvenes chicas gemelas y sus amigas.

Erika se despertó en un lugar oscuro, tumbada en una camita y tapada con una manta fina. Tenía la ropa manchada de sangre y el pelo tenía manchas de la misma sustancia. Le dolía la cabeza y tenía lo recuerdos borrosos. En su cabeza se cruzaban cosas como el dolor, malos recuerdos y algo brillante saliendo de ella. Se llevó una mano a la sien. Intentó incorporarse pero el dolor de cabeza se incremento más.
- ¿Erika, estás despierta?
Era la voz de Savannah. Su pelo naranja estaba bastante repulsivo y parecía que no había dormido en bastante tiempo. Su dulce rostro estaba surcado por unas ojeras que parecían demasiado grandes.
- Oh, Erika, gracias a Gaia, temíamos, que...- su voz se rompió por un sollozo- no sabes lo mal que lo hemos pasado. Pero tú, oh, lo que le hiciste al barco de las Almas Negras fue, mira no hay palabras, impresionante. ¿Cómo lo conseguiste?
- ¿Lo qué?
- ¡Eso!
- Es que, no me acuerdo de nada, la verdad, solo sé que algo brillante salió disparado y luego me sentí... bien, como si hubiese hecho algo que tenía que haber hecho hacía mucho tiempo.
- ¿No recuerdas... nada?
Erika negó con la cabeza y se arrepintió de hacerlo, le dolía demasiado. Savannah le explicó acaloradamente lo espectacular hazaña y le contó todo lo que había pasado después. Le contó que Alhelí estaba grave. Casi se puso a llorar.
- Necesita un intercambio de aura curativa para sobrevivir. Y tiene que ser de un familiar cercano. Tenemos suerte, su hermana Talissha vive cerca de aquí y...
- Eh, eh, eh... ¿has dicho Talissha?
- Sí.
La mente de Erika sufrió un retroceso repentino. Su tía Allyson había llamado así a... su madre. No. Imposible. Su cerebro se acabó bloqueando. Alhelí era... ¿su tía? ¿Lo sabía? Si era así, ¿por qué no se lo había dicho?
- ¿Qué pasa? ¿He dicho algo malo?
- No Sav. No, pero... creo que Alhelí y yo somos familia.

Lejos de allí, un grupo de hombres y mujeres estaba en una sala pequeña. Una dríade de piel grisácea explicaba tartamudeando lo que había ocurrido en el Mar de Plata.
- Así que la chica sin alas disparó algo dorado que golpeó tu barco. Hiraaba, no me esteraba que abandonases a tu tripulación a su suerte. Pero no voy a culparte- en el bellísimo rostro de la mujer se dibujó un sonrisa misteriosa-yo habría hecho lo mismo.
- Entonces, señora, ¿qué haremos ahora? Cuando consigan que el sílfide les acompañes serán inaccesibles. No podemos atacarles en el Reino Élfico, tienen demasiadas defensas y el Reino Náyade... No sé, parece mala idea, será mejor esperar a que vuelvan, o eso pienso yo, señora- Hiraaba agachó la cabeza, pensando que tal vez hubiese hablado demasiado.
Pero la mujer sopesó un momento sus posibilidades.
-Está bien, pero ahora intentaremos atacarlas antes de que salgan, puedo que nos ahorremos el trabajo y, de paso, tiempo.
- Tenemos espías en el barco. Ahora se dirigen al Castillo de la Frontera.
- Allí no podemos atacarles... bien, pues esperaremos a que salgan, sino, entraremos por la fuerza.
- Pero, señora, ¿no se supone que ahí no podíamos atacar?
Como respuesta, batió las alas y desapareció de allí.
Reapareció en su cuarto. Se soltó el pelo oscuro como la noche y lo dejo caer por un hombro. Acariciándose su suave melena, pensó en voz alta:
- Muy bien, pequeñas Liberadoras. Aún no conocéis vuestra misión. ¿Queréis jugar a ser dríades? Muy bien, porque en este juego, seré yo quien ponga las reglas.

Morgana estaba sentada el su silla y miraba a las niñas. Con la cabeza apoyada sobre los puños cerrados, pensaba.
- Así que os bajaréis con Alhelí. Aquí me pierdo, de allí a vuestro destino hay una semana a pie. Y no deberías volar a cielo abierto. Sabemos que vuestro colegio está acogiendo gente que quiere ayudar en la lucha. Un enorme centro de acogida en el que circulan rumores. Todos sobre vosotras, sobre vuestro paradero, y pronto sobre nuestra última batalla. ¿Y por qué bajaros allí? Sé que le habéis cogido cariño a Alhelí pero...
- Es que, mira, no solo es que le hayamos cogido cariño... es posible que... sea también familia nuestra- le dijo Erika.
- Lo sabéis por...
- El nombre de su hermana, Talissha. Sé que no es un nombre habitual. Pues nuestra madre se llama sí. Necesitamos saber si es así.
- Comprendo. Bueno, os contaré una cosa- miró a los lados, como temiendo que alguien indeseado les escuchara- Alhelí no es una simple Viquinga. Ella y yo jugábamos juntas de pequeñas. Y sé que, bueno, pertenece a una familia muy... especial, una familia de, bueno, de alta cuna.
Eso les chocó. ¿Alhelí, la activa guerrera Alhelí? No se la imaginaban con una corona y sentada en un trono. De hecho, no se la imaginaban lejos del barco.
- Cuando yo me vine a vivir aquí, ella quiso también, la llamaba la aventura. Pero sus padres no querían eso para ella. La querían tener cerca siempre- Morgana parecía sumida en sus pensamientos, como si se hubiese olvidado de la esencia de la conversación- pero ella se escapó, ayudada por su hermana. Su hermana se casó, aunque no se con quien. Nunca tuvieron hijos, o al menos que yo sepa. Ella me lo cuenta todo.
- ¿Y si... y si sí que los tuvo, pero se lo ocultó al mundo para protegerlas? Mi, no nuestra tía Allyson- Arika esbozó una sonrisita, Erika se la devolvió y siguió hablando- dijo que nos separaron nada más nacer para evitar que nos pasase nada malo. Pues ya está. No se lo dijo a Alhelí porque...-buscó un argumento decente.
- Porque sabía que quien supiese la existencia de las Liberadoras y donde estaban, sería el blanco de las Almas Negras-concluyó Arika.
- Tiene sentido- dijo Pandora.
- Vale, supongamos que sois las sobrinas de Alhelí. ¿Vais a presentaron el su casa, allí, y saludar a vuestra madre como si volvieseis de pasear y pedirle explicaciones? ¿Vais a poner en peligro a Talissha?- La idea de Lianna no era mala.
Pero Morgana se rio amargamente.
- Nunca se atreverían a atacar el Castillo de la Frontera. Es un castillo enorme y lleno de gente capaz de defenderlo. No solo dríades, sino también sílfides, náyades y elfos. Creo incluso ninfas y líminides.
A pesar de su curiosidad, Erika reprimió las ganas de preguntar que eran esos seres.
- Decidido, en un par de horas desembarcamos-dijo Korah.
Se miraron entre ellas y asintieron. El Castillo de la Frontera pasaba a ser su nuevo destino.

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