Última parte del cap. 11:
- Pero… y si me pillan…
- Lianna, por favor, no digas
tonterías, seas invisible. Nunca te pillaron cando cogías repuestas o comida en
el colegio, así que aquí tampoco te van a ver ahora. Es algo necesario- dijo
Arika.
Lianna mostró signos de resistencia
en la mirada durante unos segundos, pero tras una mueca de desaprobación,
acepto con poco convencimiento. Afrodita se lo agradeció.
- Tiene que ser coherente chica, ya
so le devolverás algún día.
- ¿Cómo?
- Tal vez salves a su hijo de la
muerte.
Lianna suspiró y desapareció ante
sus ojos como si se fuera destiñendo. Su cara, sus labios, su pelo… toda ella fue
empalideciendo hasta dejar de ser Lianna y ser nada. Recorrió los puestos hasta
encontrar uno lo bastante grande para no otra la desaparición de muchas telas.
Al encontrarlo, miró al viejo chepudo que intentaba venderle a una jovencita
una horrible tela morada brillante. Le pareció un timador. Al menos no le daría
tanta pena robarle si era así. Cogió la primera tela, negra, que encontró. La
siguió la azul, otra vede. Por cada una que robaba, su corazón daba un respingo
y se le llenaban los ojos de lágrimas. Julie, Korah, Sav… iba repitiéndose los
nombres cuando sujetaba una. Cuando le faltaba una, el viejo miró hacia su
posición Las pesadas telas colgaban de su brazo hasta el suelo, creando una
catarata de color. Pareció notar algo pero aun así encogió los hombros y fue a
atender a una mujer con un niño pequeño. Por fin cogió la última y secándose
las lágrimas invisibles que le rodaban por la cara con la maga se alejó de
allí. Legó al callejón de donde había partido. Ante ella, reapareció y dejo
caer las telas.
- Bien hecho Lianna.
- Son muchas, seguro que lo nota y
que esa verde a costado mucho, arece muy cara…
- Por favor Lianna, a mí me molesta
más que a ti tener que hacer esto, pero Arika tiene razón, no tenemos otra
opción y no podemos dejarnos ver.
- N voy a volver a robar.
- Por ahora- susurró Julietta.
Arika cogió la suya y comenzó a
mover la mano para convertirla en una capa. Unos puntos se fueron formando y
dejaron aparecer la capucha. Un lazo creció y tuvo su capa en la mano. Se la
hecho encima, se cubrió la cara con ella y ondeó tras de si cuando se dirigió a
encabezar el grupo.
- Bueno. Bueno, calma, calma en la
sala. Por favor Consejo, silencio.
Haden, cansado desde su silla volvió
a entornar los ojos, a la ahora silenciosa sala. El ambiente de cortante y
nervioso no era ya una novedad allí. Todos los presentes se miraban unos a
otros como si con la mirada fuesen a saber quién era el culpable.
- Señores y señoras. Creo que ya
saben porque estamos aquí de nuevo. L reunió de Regos se abre en este momento.
Susurros.
- Se pide de nuevo al culpable que
dé un paso a adelante.
Obviamente ni una sola persona en su
sano juicio daría un paso adelante, pero era reglamentario. Era demostrar
demasiada valentía en una persona que se refugiaba tras los más fuertes.
- Ya que nadie se declara como tal,
entonces volveremos a inspeccionar nuestras mentes.
- Sí, claro, eso servirá de tanto…
- Ofiuco, cállese. Ya. Me parece que
si tiene una idea mejor, podría exponérsela al Consejo en su totalidad. Sino,
mantenga silencio.
La mujer, que volvía a ser gruñona e
insoportable, se apoltronó en su silla.
- Bien, lo suponía dijo el hombre
interpretando el silencio como una falta de ideas- pues les pido que bran de
nuevo sus mentes a la mía.
Revisar entes era como leer un libro con las
aginas desordenadas. Nunca tenían muy claro de dónde salían esas ideas. Como la
última vez, no encontró nada. Agotado tras varias horas se recostó en el
sillón. Daba igual donde mirara, siempre se escabullía. Aquel traidor era
escurridizo. Pero él no iba a parar hasta encontrarlo, aunque fuese lo último
que hiciese.
Cuando se levantó la sesión, su hija
fue hacia él. Parecía cansada de algo y pensativa.
- Padre, esto es una locura. Así no
vamos a ningún sitio.
- Yo ya no sé qué más hacer querida.
- ¿Has contactado con el colegio?
¿Hay noticias?
- La Directora no solo está
demasiado agobiada por el trabajo sino que también por otra cosa. Otra cosa
oscura y misteriosa que se esconde en el Colegio. Algo que nos concierne a
todos. Algo de lo que depende que todos los que estamos aquí salgamos con vida.
- No entiendo que quieres decir…- al
entenderlo, puso cara de sorpresa, su color desapareció de las mejillas- ella
no… pero… Nos prometió que solo lo haría en caso extremo de peligro absoluto y…
- ¿Y en que estamos, pequeña mía?
Erika saltó con agilidad, más de la
que se esperaba, la roca. El musgo empezaba a dejar ver algunos arbustos con
bayas comestibles. Los árboles se hacían altos y rugosos paulatinamente y la
oscuridad del bosque era cada vez más cercana. Lo recorrerían por las copas.
Era más seguro. Aunque había más ciudades por la zona alta, había menos
poblados dispersos de los que desconocían la existencia. El bosque le daba
confianza. Seguridad. Y aun así le aterraba. Llevaba tanto tiempo hasta del
miedo que estaba empezando a hartarse de ambas sensaciones. Pero tampoco podía
hacer gran cosa. Sobre su cabeza Lianna revoloteaba. En el suelo estaban Tamina,
Abhet, Siena y ella. La chica castaña no parecía entristecida por tener los
pies en la tierra Saltaba con habilidad por las últimas rocas de la montaña.
Los paisajes del oeste del reino eran los que más le gustaban a Erika. Adoraba
el bosque, la vida que había en él, todos los secretos que encerraba. Cuando
pararon, al bosque de donde empezaba un bosque mucho más frondoso hasta
perderse de vista. A la copas de los árboles tan altos, estaban más resguardadas
y la temperatura no era tan fría. Erika se acomodó entre las raíces, pensado
que tal vez, después de todo siguiese adelante.
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